23 abril 2013

Un cuento Beretta...


Raro inicio de un cuento que arranqué sin sentido.
En la extraña secuencia inversa del blog, calculo que deberé de editarlo y colocarlo primero el día que lo termine. Si ocurre.
Mariano.




Cruzar el río es tarea sencilla. Aceitado en el devenir de los pasajes, los documentos y alguna reserva, todo es fácil. Si el viaje es por placer y la familia numerosa es una cosa, pero el caso es por trabajo. Ir, tomar una vida. Las mas de las veces, volver.
Tampoco es una ocupación full time -que no es un chino construyendo la muralla- es un kiosco bien remunerado, un recreo del aburrimiento cotidiano. Acaso un franquero de la parca con acceso a beneficios terrenales en divisas fuertes.
Lo acompañaba un bolsito gastado Adidas de tela impermeable, raspado en los bordes como único equipaje, no necesitaba más así fuera un día como un mes. Cualquier cosa entraba ahí y el resto se podía comprar. La Beretta estaba dentro de la última opción siempre y cuando uno supiera que puerta golpear, que cara poner y cuantos verdes largar. Para este particular quiso darse un gusto y busco la XX-treme, su preferida.
El precio siempre fue relativo, incluso algunos proveedores han muerto de casualidad justo poquito después del hacer negocio con Garbo. Tipos desprolijos que no supieron separar las balas del ítem que las acciona. Traidor. Flaco y traidor.
Lo que escriben las revistas del corazón y lo que describe el imaginario joligudence de los matadores es pura cháchara. No hay guita en serio, esa es la pura verdad…”sino, no tendría que llevarme puesto algún que otro armero” se excusaba el Garbo y era verdad.
Los tipos con glamour están todos presos porque no supieron llevar la fama, la exposición, la responsabilidad social implícita del exterminador monotributista.

Quiso en los primero años llevar la familia en algún que otro viaje pero la mujer lo volvía loco por sus distracciones, no te ocupas de mi, le decía. Creyó luego que lo mejor era concentrarse de lo suyo (convenció a los suyos que era viajante) cuando correspondiere y de la familia cuando pudiese. De todas maneras ella no paraba con los reproches…”en que estás pensando?” le preguntaba con frecuencia. El no sabía ni que responder o acaso si estaba pensando en algo, como ocurre con la mayoría de los hombres.
Esa mujer nunca supo la suerte que tuvo a su lado, tuvo destellos luminosos que le impidieron avanzar con sus dudas existenciales femeninas cuando estaba armado. Claro que la quería sin limites, todos amamos si remedio alguna vez, pero esa parte de nuestro mundo también nos sabotea con afecto. Al Garbo le molestaba particularmente que se metiera en su cabeza. Nunca entendió el flaco adonde quería acceder ella cuando intentaba atravesar sus capas de silencio, igual nunca se extendían mas que dos o tres semanas, máximo.

El río era infinito, se creyó engañado por todos los idiotas que le insistían con que se veía la costa Uruguaya. Inevitable, aguzaba la mirada para descubrir un horizonte inexistente, de todas maneras insistía cada tanto. Confesó una vez -hace años- que en realidad su miopía mal disimulada le impedía divisar con claridad la borda del barco y provisto de profundos anteojos confundía regularmente los primeros árboles del Tigre a babor con la lejana figura geométrica de Colonia en proa.
Se sabe que ha recibido quejas de algún que otro comitente desilusionado por algún plomo cuyo destino resultó errante. No se ha sabido mas de ellos con lo cual es imposible corroborar a ciencia cierta el objetivo original de la bala o acaso la trayectoria final contratada, una lástima.
Quiso Dios que lluvia del día anterior dejara una calma exorbitante que redujo el viaje a un paseo intrascendente y rutinario. Desembarcó y se burló íntimamente de la amabilidad y respeto de los primos charrúas. Solo quedaba instalarse y por la tarde buscar la puerta verde y el casco antiguo de esa maldita ciudad honrada.

continuará?